Estos días he vivido algo muy especial, tanto a nivel profesional como personal. La Vanguardia, uno de los medios de comunicación más relevantes de nuestro país, ha publicado una entrevista que me hicieron sobre mi labor como entrenador personal especializado en personas mayores. Y lo cierto es que no esperaba tanta repercusión en tan poco tiempo. Solo esta mañana, antes de las 12, ya había recibido más de 10 formularios a través de mi web. Es un momento muy emocionante para mí, pero sobre todo, una señal clara de que estamos abriendo camino en un terreno que durante años ha sido injustamente olvidado: la salud física en edades avanzadas.
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Esta entrevista no ha sido una simple charla sobre deporte. Ha sido una oportunidad de dar visibilidad a algo en lo que creo profundamente: que nunca es tarde para empezar a cuidarse, que la fuerza no es cosa de culturistas, y que el envejecimiento puede vivirse con autonomía, alegría y vitalidad si se acompaña de hábitos saludables.
Desde hace más de una década me dedico al entrenamiento personal, y desde hace seis años tomé la decisión de enfocarme también en el público sénior. La razón fue muy humana: veía cada vez más personas mayores que perdían movilidad, sufrían dolores continuos o simplemente habían asumido que ya no podían hacer nada por mejorar. Y eso no es verdad. No solo se puede mejorar: se puede transformar por completo la calidad de vida.
Uno de los puntos que quise dejar claro en la entrevista es que entrenar la fuerza no significa mover 100 kilos en press banca. Significa poder levantarse del sofá sin dolor, subir unas escaleras sin perder el aliento, dar un paseo sin miedo a caerse. Es poder vestirse sin ayuda, recuperar la confianza en uno mismo y, en muchos casos, volver a disfrutar de la vida como hacía años que no se hacía. Porque como digo siempre: el movimiento es vida.
En mi día a día, cada entrenamiento empieza con una valoración completa. No importa la edad de la persona: importa su punto de partida. Evaluamos movilidad, fuerza, patologías previas, y desde ahí diseñamos un plan a medida. Puede incluir trabajo de core, movilidad articular, ejercicios funcionales o incluso entrenamiento en silla si es necesario. Siempre en coordinación con médicos o fisioterapeutas si hace falta. Y con una premisa básica: nada debe doler, todo debe sumar.
Uno de los mayores aprendizajes que me ha dado este camino es entender el enorme impacto emocional que tiene el ejercicio físico en personas mayores. No solo mejoran físicamente: se sienten más seguros, más capaces, más vivos. Muchas veces llegan con miedo, con dudas, con cierta desconfianza. Pero sesión tras sesión, empiezan a sonreír, a sentirse orgullosos de sí mismos, y a contagiar ese cambio a su entorno. Esa transformación es, sin duda, lo más gratificante de mi trabajo.
Y por supuesto, detrás de cada rutina está la constancia. No se trata de entrenar seis días por semana como un atleta profesional. A veces, una sola sesión a la semana bien planteada marca una diferencia enorme. Lo importante es que sea realista, sostenible y que se mantenga en el tiempo.
Esta entrevista ha sido también una forma de reivindicar la figura del entrenador personal que trabaja desde la empatía, la escucha y el acompañamiento. No somos solo instructores, somos guías, confidentes y apoyo. En muchos casos, somos el motor que ayuda a que una persona vuelva a confiar en sí misma.
Si has llegado hasta aquí y crees que tú, tus padres o algún ser querido puede beneficiarse de este enfoque, estoy a tu disposición. Acompañar procesos de transformación como estos no solo es mi trabajo: es mi propósito.
Y si aún no has leído la entrevista completa, te invito a hacerlo aquí:
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Gracias a todos los que habéis confiado en mí estos años. Seguimos.